Una historia de dislexia y amor
Soy Montserrat Garcia, madre y psicóloga, creadora del método Glifing.
Soy madre de una chica y dos chicos, el más pequeño de los cuales, Mario, mostró desde primero de primaria que en el colegio no le iban muy bien las cosas. Lloraba cuando lo dejábamos en la escuela por las mañanas y a menudo sufría dolores de estómago y de cabeza antes de entrar.
Una anécdota muy gráfica se remonta a cuando Mario tenía solo 5 años y acababa de empezar 1º de primaria. Un día, al salir de clase, Mario me preguntó «Mamá, ¿qué tengo que hacer para trabajar?» Tenía solo 5 años y ya quería abandonar la escuela.
La dislexia y la escuela: la experiencia de un caso real
En el colegio lo definieron como a un niño muy inteligente con bloqueo emocional. Y bajo este marco fuimos pasando días y años. Y el fracaso cada vez era más extensivo, porque al principio afectaba solo a las asignaturas relativas a las lenguas, pero poco a poco fue «contagiando» a otras áreas, y como efecto «mancha de aceite», ocupando todas las materias, porque Mario tiró la toalla y donde no fallaban los conocimientos, como en las materias de gimnasia y plástica, acabó por fallar la actitud.
A partir de entonces Mario dejó de ser definido como ese “niño inteligente con bloqueo emocional”, para pasar a ser definido como ese “niño que puede, pero no quiere”.
Antes de seguir, dejadme que os diga dos cosas:
1º Acerca del bloqueo emocional: Todos los niños con dificultades de aprendizaje acusan problemas emocionales, los problemas emocionales suelen ser la consecuencia y no la causa de las dificultades de aprendizaje.
2º Acerca de no querer aprender: Todos los niños quieren aprender, todos quieren poder. Y un niño no se deja ayudar cuando ha dejado de confiar en los adultos que dicen que lo quieren ayudar, pero que en el fondo lo acusan de no querer. Estos niños ya han tirado la toalla porque se sienten impotentes.
Diagnóstico: dislexia
Cuando Mario estaba en 6º de primaria pensé que, si Mario era inteligente, pero no conseguía aprobar las materias, quizá sus pretendidos problemas emocionales nos ocultaban alguna otra cosa, algún problema cognitivo que no le permitía hacer bien algunas de las cosas que se necesitan para sacar adelante la escuela.
Y ese problema, esa dificultad que había impedido que Mario aprendiese a leer bien, se llama dislexia. Descubrimos que Mario, a los 12 años, leía 43 palabras por minuto, lo que corresponde a la lectura de un niño de 1º de primaria.
A partir de ahí, empecé una colaboración con la Universidad de Barcelona para estudiar las dificultades de aprendizaje de la lectura, descubriendo que un 60% del fracaso escolar se puede explicar por una lectura deficiente.
Los avances con la Universidad nos llevaron al diseño de un primer piloto y Mario fue nuestro conejillo de indias. Tras un primer bloque de entrenamiento, Mario pasó de leer 43 ppm a leer 60, en un segundo bloque de sesiones pasó de las 60 a las 90 y, por último, en un tercer bloque de entrenamiento se estabilizó entre las 120 y 140 ppm.
Mejora la lectura de los niños con dificultades de lectura
Superar la dislexia: la esencia de Glifing
Esto fue todo un éxito personal para Mario, profesional para el equipo y social si conseguíamos que otros niños pudieran beneficiarse de la bondad del entrenamiento. Así que seguimos trabajando en un estudio científico para verificar que las mejoras eran significativas y que se reproducían en otros niños y jóvenes de diferentes edades.
Desde entonces, no hemos dejado de trabajar con los diferentes profesionales implicados: psicólogos, pedagogos, maestros, logopedas y, sobre todo, los niños con dificultades de aprendizaje, tanto desde de las escuelas, como desde los diferentes centros de reeducación psicopedagógica que han creído en las nuevas tecnologías y aplicaciones.
Y hoy, con la misma ilusión del primer día, seguimos trabajando para que Glifing llegue a todos los niños que lo puedan necesitar.
Si deseas más información sobre Glifing, contacta con nosotros desde este enlace.